Mi trayectoria...


    

   Comenzando... 

    Como ser humano, abrí los ojos a este mundo en Zaragoza allá por el mes de septiembre de 1976.  Tras completar mi etapa escolar en el colegio El Pilar de los Hermanos Maristas y estudios de formación profesional en el IES Río Gállego, cursé la diplomatura de magisterio en la especialidad de educación especial en la Facultad de Educación de la Universidad de Zaragoza.
    Transcurridos algunos años y en la misma Facultad, complementé esos estudios iniciales con un postgrado en Atención Temprana fruto del convencimiento de que para una buena atención al colectivo al que me dedicaba profesionalmente es fundamental una atención a sus necesidades por parte de profesionales especializados desde la primera infancia.

Sobre mis inicios...

    Como profesional en el ámbito de la discapacidad, mi nacimiento se produjo, como en la mayoría, unos años después del nacimiento físico.
En concreto, en el año 2005 y de la mano del colegio de San Germán de ASPACE (Asociación de Parálisis Cerebral de Zaragoza). Allí realicé una sustitución no muy larga en el tiempo, pero lo suficientemente intensa y gratificante como para reafirmarme en aquello que ya intuía: dedicaría mi vida profesional a colaborar en el proyecto de vida de las personas con discapacidad.
    Tras acabar la sustitución en el colegio, pasé a formar parte de la plantilla de monitores del centro de adultos de la propia asociación.
    Poco a poco iba ampliando mi visión del colectivo en distintas etapas de su vida.

Ida y vuelta...

    Fruto de mi inquietud formativa y profesional, aun teniendo muy claro que mi vocación era la discapacidad intelectual, quise conocer el mundo de la salud mental. El motivo, no podía ser otro que la frecuente coexistencia de ambas realidades en una misma persona.
    La ocasión se presentó en marzo de 2007 en el Centro de Rehabilitación y Atención Psicosocial de la Fundación Ramón Rey Ardid. Y con una sensación agridulce por dejar la que había sido mi casa en ASPACE, allí que fui. Un equipo humano y profesional a la altura del que acababa de dejar me acogió y me hizo sentir como en casa desde el primer día.
    Disfruté y aprendí mucho, tanto del equipo como de las personas a las que atendíamos día a día durante poco más de un año.
    Fue entonces, octubre del 2008, cuando la discapacidad intelectual volvió a llamar a mi puerta.
    Y, como la cabra siempre tira al monte, volví a hacer las maletas. En esta ocasión el destino fue Villamayor de Gállego, en concreto a la Fundación Virgen del Pueyo. La puerta de entrada fue el centro ocupacional de la fundación como “responsable” del taller de manipulados. En él, las personas atendidas realizaban trabajos de manipulación más o menos complejos que empresas ordinarias de distintos sectores externalizaban. A lo largo de los casi nueve años que formé parte de fundación, varias fueron las “misiones” encomendadas y a las que hice frente todo lo mejor que supe, pude… y me dejaron; además del taller de manipulados, monitor de transporte escolar, monitor de actividades interlectivas en el colegio, maestro tutor de aula en colegio, y en la última época, conductor de transporte adaptado y educador en la Unidad de Atención Permanente (unidad que atiende a usuarios con discapacidad intelectual y enfermedad mental).
    Lamentablemente, el paso del tiempo trajo rutina, formas distintas de ver las cosas y el riesgo de encasillamiento. Riesgos que no podía aceptar si quería ser honesto conmigo mismo y con las personas a las que atendía. Así que en agosto de 2017 abandoné, con la mochila repleta de experiencias (muchas buenas, y alguna no tanto), algo de incertidumbre, pero con la ilusión de que lo mejor, siempre está por venir.

Transición...

    Y llegó antes de lo que esperaba, en septiembre de ese mismo año y con el traje de Auxiliar Técnico Educativo para la consejería de educación del gobierno de Aragón en el colegio público de educación infantil y primaria Hilarión Gimeno.
    Tras los últimos años, ese cambio fue un soplo de aire fresco: equipo humano increíble y una manera de hacer las cosas totalmente distinta a la vivida en los últimos años. Muy buenos recuerdos de esas aulas de infantil y alguna de primaria en las que entraba para apoyar a los alumnos con más dificultades.
    Gracias a ellos volví a cargar pilas, llenar el tanque de la ilusión y volver a coger impulso.

Hasta ahora...

    Quizá cogí demasiado porque escasos dos meses y medio después, nada más y nada menos que ATADES (Asociación Tutelar Aragonesa de Discapacidad Intelectual) abrió las puertas a mi persona.
    No habían sido pocas las veces que había llamado a esa puerta participando en varios procesos de selección que no llegaron al puerto deseado, pero fue el destino el que decidió que fuera en ese momento en que pasase a formar parte del claustro de maestros del colegio de educación especial ATADES San Antonio para hacer una sustitución. No lo debí hacer tan mal ya que al acabar la sustitución me ofrecieron hacer otra, pero en este caso en el claustro de maestros del colegio de educación especial ATADES San Martín de Porres.
    A partir de entonces, todo fue rodado. A la sustitución siguió una plaza en propiedad, un equipo humano y profesional increíble, un proyecto de colegio nuevo que por fin se hacía realidad y, lo que es más importante, un proyecto educativo en el que creo y al que intento aportar lo mejor de mí mismo todos y cada uno de los días.

El futuro...

    Y a partir de aquí, como creo que he dicho anteriormente, estoy convencido de que lo mejor, seguirá estando por venir.
    Aquí estoy preparado para hacer frente a nuevos retos, para seguir disfrutando y aprendiendo de compañeros y de alumnos, para seguir formándome, pero, sobre todo, estoy preparado para poder seguir contribuyendo al proyecto de vida de las personas...
   No se me ocurre nada mejor,

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